Entrevista con Alejandro Vigil: “TENGO QUE SER EL NUMERO UNO, BUSCO LA REVOLUCIÓN”

ALEJANDRO VIGIL ES UNO DE LOS ENÓLOGOS ESTRELLA DE ARGENTINA. ESTA AL FRENTE DE UNA DE LAS PRINCIPALES BODEGAS DEL PAIS, Y AUN ASI ESCAPA A TODO FORMALISMO Y LUGAR COMÚN. UNA VOZ IRREVERENTE EN EL MUNDO DEL VINO NACIONAL.

(Nota publicada en Revista Bacanal Abril 2014)

Conocer al enólogo de Catena Zapata puede ser algo intimidante. O al menos presuponerse así. Alejandro Vigil  es el elaborador de uno de los vinos más vendidos y exportados de la Argentina, es el  creador de su propio proyecto: El Enemigo, le hace el vino a Marcelo Tinelli. Vigil trabaja dieciocho horas al día, tiene 700 personas a su cargo y en 2013, la revista inglesa Decanter lo eligió como uno de los hombres más influyentes del mundo del vino.  Amante de la música y la literatura, herencia de su madre, Aida. Decidió irse a vivir a Chachingo, donde hoy hace vino junto a su esposa y sus hijos Juan Cruz y María Giuliana y sus vecinos, porque fue la primera zona plantada por los jesuitas: “Si querés hacer vino, tenés que respirarlo”, me dirá después.

Lunes, 10AM. Pirámide Catena Zapata, intrigada, ansiosa. La posible entrevista en Buenos Airesse había transformado en una invitación a Mendoza .Dos días de probar vinos, recorrer viñedos, charlar de todo lo posible para conocerlo, acercarme a el. “Alejandro está degustando, ¿querés pasar?”, me dice su secretaria. Entro a la sala. Hay una mesa llena de muestras de malbecs. Gente parada, gente sentada. Mucha gente. Todos hablan y debaten sobre los vinos. Y ahí lo veo: Usa bermudas militares, tiene los rulos revueltos y entre ellos, unos auriculares gigantes. Está perdido en un estado de trance: mueve el cuerpo, se deja llevar por el vino y la musica. Cambia la canción, cambia el movimiento, cambia de vino. Todo es una especie de coreografía muy orgánica, indescriptible. De repente abre los ojos y me mira: “Bienvenida, Agustina. En un segundo estoy con vos”. Se saca los auriculares, lo sigo. Se sonríe. “¿Vamos?”, me dice. Y ahí empieza el viaje.

¿Cuándo escuchás música? ¿Qué escuchás?

Siempre escucho música. Especialmente cuando elaboro el vino y defino el blend. Yo soy jazzero por principios y del reggae por práctica. Escucho mucho reggae y rock nacional. Aunque escucho de  todo, desde Two Door Cinema Club hasta Julieta Venegas, pasado por Vicentico, No te va a gustar… Con cada canción o cada músico voy sintiendo cosas diferentes y por otro lado, la creación de un vino es un momento en el que todos preguntan, debaten sus opiniones, la cosecha… Yo, prefiero escuchar música.

¿Cuál fue tu primer trabajo dentro de Catena Zapata?

Conocí a la gente de Catena cuando trabajaba en el INTA. Lo primero que pensé fue, ‘estos tipos son suicidas’: habían plantado viña en Gualtallary hace 15 años, cuando no había nada. Con el Doctor Nicolás Catena, pensamos en homogeneizar un viñedo de Gualtallary.  Enseguida nos dimos cuenta que era imposible y ahí me replanteé las cosas: ¿cómo vamos a pretender que las plantas sean todas iguales? Eso va en contra del terroir. Es un tema casi filosófico, ¿cómo querer que seamos todos iguales cuando entre los humanos sólo hay diversidad? En el viñedo es lo mismo. Me encontré con partes con arcilla, otra con arena y piedras. Cada parte diferente a la otra. De ahí en más empecé a comprenderlos viñedos, las plantas y las variedades. La gente de Eugenio Bustos es diferente a la gente de Gualtallary, entonces si hay diversidad en la gente, ¿cómo no la va a haber en la viña?

¿Te acordás de la primera vez que tomaste vino? ¿Cómo fue?

Empecé a tomar vino con mi abuelo Tristán. Yo tomaba el vino de uva criolla que hacia mi abuelo en San Juan. Él tenía una técnica: a sus vinos preferidos, los mejores para él, los enterraba para no tomárselos cuando estaba borracho. Yo esperaba la hora de la siesta, y cuando todos se iban a dormir, juntaba los culitos y me los tomaba. Nunca me voy a olvidar de un blanquito que tomaba mi abuelo con sus amigos cuando comían jamón. Yo pensaba, ¿cómo hacen para tomar tanto y seguir adelante? Él me decía, ‘acordate que un buen vino esel que te quite la sed,  que sea liviano, bajo en alcohol; y que a la vez sea complejo, para tomarlo con cualquier comida. No le preste mucha atención a mi abuelo, la verdad.  Después de más de 20 años de esa frase, voy a Borgoña y digo, ¿cómo hacen estos tipos para hacer estos vinos que a todo el mundo le gustan? Se lo pregunté a un productor y me respondió: “Fácil, tres cosas: que te quite la sed, que sea liviano, y complejo”. Después de 15 años, me di cuenta que mi abuelo tenía razón.

¿Qué es el terroir para vos?

La definición que nos enseñan es que terroir es la relación entre el hombre, el suelo y el clima de un lugar pero, realmente es la acumulación de experiencias centenarias del hombre en el cultivo de un lugar. El terroir está usado marketineramente y bastardeado. Para llamarse terroir,  debe de haber habido, por lo menos, dos generaciones de personas viviendo en un mismo lugar. Después, lo importante es la experiencia del vino y de ahí el hombre hace a la vitivinicultura, que es el esfuerzo del hombre mismo, que es quien lo hace todo. La agricultura no existe por sí sola, existe por el hombre.

¿Como ves la relación entre los jóvenes y el vino?

La forma más fácil de promocionar la relación del vino y los jóvenes es apoyar a la gente joven que vive del vino porque sino, dejan de vivir de eso y empiezan a hacer otra cosa. Falta más gente joven que comunique el vino y sobre todo, el apoyo de los medios masivos. La misión de los comunicadores es descontracturar al vino, llevar lo rural a lo urbano de forma fácil y directa.

¿Como ves el mercado de vinos argentinos?

El Hollywood de los flying winemakers te puede gustar o no pero nos puso en otro lugar a nivel internacional: Paul Hobbs, Lurton, entre otros. Ahora estamos en otra etapa, la de la búsqueda de nuestra identidad, seguir investigando, seguir trabajando. Hay un discurso unificado en todos nosotros, un concepto aceptado, eso produce un cambio. Tuvimos que pasar de que el blanco sea una explosión de fruta y madera a blancos más frescos y minerales. Hoy en día hay más diversidad y es positivo porque existen más opciones para el consumidor.  Antes no había tantos estilos. Hoy hay vinos de todos los tipos, para todos los gustos.

Sos el enólogo de una de las bodegas más reconocidas del país, le haces vino al hombre más mediático del país –Marcelo Tinelli- y fuiste elegido por una de las revistas más influyentes del mundo del vino dentro “Power List 2013”. ¿Cómo es tu relación con el poder?

La verdad soy fóbico, me da mucho pudor que me digan estas cosas. Estar en Catena para mí significa no estar nunca en la zona de confort, siempre tengo que ser el número uno. Son años de mucho trabajo donde jamás pensé lo que podía aprender pero si sos de mente curiosa y constantemente buscas nuevas experiencias para aprender más, el lugar ideal es Catena. Cada día es un nuevo desafío. Lo importante cuando uno está en un puesto así es ser y no parecer, actuar en consecuencia a lo que uno es, ser fiel a uno mismo. Mi hijo me hizo darme cuenta de lo que es importante de verdad. Me divierto. Lo importante es tener salud, criar a un hijo y si, claro, hacer vino pero como niño, donde la inocencia fluya. Al final de todo, hacer vino no es tan importante, pero hago lo mejor que puedo.

Nota por Agustina de Alba

Foto: Alfredo Ponce